sábado, 27 de octubre de 2007

Viaje a Guayaquil

Han pasado más de dos meses desde aquel 12 de Agosto de 2007 pero, dada la importancia de esa fecha, vale la pena recordarla...
Eran las 3:00 AM. Todos dormían y faltaban solo unas pocas horas antes de emprender el viaje. La casa de mi mamá había sido la sede de recepción de los bienes de Av., Caciques Chilenos Sur 1334 Huechuraba ¡Toda una casa dentro de otra! Era un verdadero caos. No se podía circular por ahí.
La Leito y yo ordenábamos sin parar, al tiempo que nos afanábamos guardando las últimas cosas en las maletas y aprovechando hasta el más recóndito espacio, ¡Las maletas de Mary Poppins no contenían nada al lado de las nuestras!
Habíamos comprado cuatro maletas, de las más grandes que existen en el mercado y gracias a la baja temporada teníamos derecho a tres maletas de 40 Kg. cada una; la Emi a: un mudador, un moisés y un coche paraguas.
Esa madrugada, con el ímpetu de saber cuantos kilos de peso llevábamos, agarramos la pesa de la casa y, en una gran proeza, las paupérrimas hermanas intentamos pesar aquellos monstruos de equipaje. Mientras una se acostaba de guata en el suelo, en posición de Rambo, para poder ver el número que marcaba la pesa, la otra alzaba la maleta cual deportista de zumo y se subía a pies juntos sobre el reducido espacio de la pesa.
Al final logramos el objetivo, pero al menos yo, quedé con un lumbago... Cada pieza pesaba aproximadamente 38 Kg.
La familia Blümel Zegers ahora tenía un nuevo formato y sería reconocida como: “La familia Sa Sa” de la teleserie Brujas o más bien “La dinastía Sa Sa”, principalmente por la elegancia y estilo que mostraba al acarrear prácticamente una casa en el equipaje.
Tuvimos que repartirnos en 2 autos, para poder llegar al aeropuerto. La Martuca y el “Paaaapitoooo” con sus dos “monos shicos” y el resto de la familia Zegers Donoso que nos iban a despedir.
Bien folclórica fue nuestra llegada... y menos mal que ya había mandado a la Tacha a Ecuador en otro vuelo (esa historia merece un capítulo aparte). Bajábamos y bajábamos equipaje con niño, guagua, coche, note book, filmadora, cámara, silla de auto, equipajes de mano, etc... Todos llevábamos las manos, el cuello, la espalda ocupados, así que si había que sacar algo de algún bolsillo, había que estirar al máximo el dedito chico, o tratar de hacerlo con la boca...
Nos pusimos en la fila para hacer el check-in y la gente nos miraba con cara de horror... Pesamos las maletas y gracias a Dios estuvimos bien en el peso...
Mientras tanto, le pedí a JE que me ayudara a cuidar especialmente uno de los 5 bolsos de manos, el gris, el de la dinastía, el que contenía todas las herencias: “mis joyas” (y dada mi gran afición a éstas ya tengo una buena cantidad de milloncitos invertidos en ellas
Llegó el momento de despedirse, hubo algunos lagrimones y a embarcarse se ha dicho. No fue de lo más fácil llevar a los niños y el arsenal de bultos hasta el avión. Agus partía corriendo y también había que alcanzarlo.
Cuando hicimos la escala en Lima, 1 hora aproximadamente... Los problemas comenzaron ahí. Fuimos a buscar el coche de la Emi a la puerta del avión, nos enteramos que no lo habían dejado en la cabina como nos habían dicho, sino que lo habían bajado a la bodega. Llegó el momento de armarlo y no había como, algo le habían hecho. La silla de auto de la Emi, que es parte del coche, no se podía poner, quedaba suelta en calidad de balancín. Toda la tripulación con capitán incluido nos trataban de ayudar: uno sostenía a la Emi, otro el note book, otro los bolsos, JE como equeco con los bolsos de mano, otro me ayudaba a armar el coche, y el resto alrededor nuestro para ver que pasaba. Teníamos un taco que no permitía que la siguiente tripulación que nos llevaría a Guayaquil se pudiera subir al avión.
Finalmente el coche estaba irremediablemente roto. El capitán dijo que no nos preocupáramos porque Lan respondía. Pero, a esas alturas, se había convertido en otro bulto que llevar, así que nos pusimos aún más contentos....
El caso fue que tuvimos que pedirle ayuda a algún funcionario que fuera pasando por el lugar de tránsito para poder avanzar un poco...
Cuando estábamos en la huincha de policía internacional para volver a embarcarnos, ya fue el caos definitivo: el bolso de mano con mis joyas, que le había encargado a JE que cuidara con su vida, NO ESTABAAAAAA. Todas mis joyas, la herencia de la familia SaSa, las que yo atesoraba con tanto amor (y que a estas alturas de la vida no son pocas) se habían perdido, quizás para siempre. Me puse pálida, eufórica, ¡se me salían los ojos y el corazón por la boca!.... Le dije a la policía que estaba revisando los bolsos, que me dejara volver al avión porque había perdido todas mis joyas... JE se quedó con los niños y con las cosas... Me devolví escoltada con otro policía, saltándome todos los controles de seguridad, pero no había ni un rastro...
Resignada e implorándole a Santa Elena que me ayudara, volví con JE y los niños. La última esperanza era encontrarlo en el avión donde veníamos, que era el mismo que nos había llevado hasta Lima. Me adelanté a revisar pero nada.
Alguien de la tripulación nos dijo que habían encontrado un bolso de mano que se había quedado olvidado y que lo habían enviado a Policía Internacional. JE, medio en broma medio en serio, le dijo a la tripulación que el avión no podía partir si no aparecía el bolso. El avión estaba revolucionado... Todos se miraban y opinaban... Pasaron como 15 min. JE estaba con un policía en la manga del avión que le dijo que le traerían el bolso porque al parecer lo habían encontrado.
Ahí fue cuando apareció uno de esos carritos de golf que trae equipaje hacia la manga. Se detuvo, bajo el conductor y metió medio cuerpo dentro del container de las maletas. La tensión se sentía en el aire. El chofer del carrito saco un bolso gris que le mostraron a la distancia, pero ese... ¡no era! JE a esas alturas sudaba, detrás de ese sacaron otro bolso gris y ¡Si, ese era!, así que JE volvió al avión con el bendito bolso y una sonrisa de alivio en la cara. La gente quería aplaudir por el final de la historia!!!.... Yo no lo podía creer ¡El bolso de vuelta!.... Por fin pudimos partir algo atrasados por culpa del bolso, llegamos a Guayaquil, cansados y acalorados, con el arsenal de maletas, sanos y salvos gracias a Dios...

Ale

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