La distancia nos invita a recordar constantemente la propia historia, nuestras raíces, la familia, los amigos, los lugares, los olores, la comida, la forma de hablar, etc.
Al estar lejos, uno se pierde de esos vínculos que se crean en lo cotidiano y deja de compartir una parte de esos afectos.
El amor que nace en la propia familia que simplemente existe por consanguinidad, se difunde al resto, contagia, llena vacíos, enseña, alimenta, sostiene y marca profundamente a cada persona.
Los hijos, con sus rutinas, sus gestos, sus sonrisas, sus besos, sus abrazos, son los que más fácilmente nos mueven a los padres a dar lo que somos y tenemos. Nos hacen crear fuertes lazos hacia ese amor necesitado, dependiente y tan vulnerable que nos muestran cada día. Uno quisiera que todos los que los quieren pudieran tenerlos y gozarlos, que ni ellos ni ustedes se tuvieran que privar de los afectos y de los lazos que nacen en la cercanía física. Sin embargo, la vida nos pone distintas pruebas y caminos que muchas veces no sabemos para que se presentan, o porque hay que tomarlos, simplemente uno los toma por el bien mayor y porque cree que es lo mejor en ese determinado momento.
Estas líneas quieren reflejar algo de lo que he presenciado en estos días, y que puede ayudarlos un poquito más a disfrutar de mis niñitos, especialmente de mi Emi.
La Emilia, es una niña maravillosa, es a la que menos conocen o prácticamente saben muy poco de ella. No sólo es muy linda y todos la queremos mucho, es tierna, sociable, inteligente, regalona, cariñosa, curiosa. En las mañanas, amanece con sus ojos tapados con su chasca. Apenas ve. Se afirma de los barrotes de la cuna, paradita da pasitos para un lado y para el otro, dobla y estira sus rodillas dando brincos, luego se suelta, se queda de pie unos segundos pierde el equilibrio y se desaparece del mapa. Pero rápidamente se levanta y empieza a hacer ruidos para que la saquemos de la cuna. Una vez que logra su objetivo, sin soltar su tuto, que es alguna de mis camisas de dormir, saca su dedito gordo de la mano izquierda y se lo mete placenteramente en su boca mientras busca un lugar del cuello para acurrucarse. En nuestra cama, bien instalada, ve de lejos su papa y se vuelve loca de felicidad.
Para que decir cuando ve a su Agus. Con una sonrisa se abalanza sobre él y se lo comienza a devorar dándole una especie de besos mojados. ¡Emita no haces eso!, dice Agus acosado.
Se sienta en la cama, hace conejitos para llamar la atención, luego se pone a hacer piruetas, de espaldas: levanta las dos piernas y luego las deja caer, repitiéndolo una y otra vez. En esa posición se abre de piernas en 180 grados, luego se sube sobre mi para buscar mi pijama o, si es el caso, alguna ropa de tela suave que tenga puesta para petear y seguir regaloneando. Si no encuentra ropa, petea con lo que sea: algún papel, juguete, pancito, tapa de mamadera, lápiz, llavero, lo que esté de turno y lo apreta con los dedos que le quedan libres de la mano izquierda, mientras el dedo gordo está en su boca. Al bajarse de la cama, ya libre gatea por todas partes.
La casa tiene 4 niveles, cada uno separado por escaleras de 7 peldaños, lo que implica correr tras ella para que no se tire guarda abajo. Desde que tiene 8 meses, con el ímpetu de llegar a la pieza de Agus decidió aprender a subirlas. Ya es una verdadera experta y una gran escaladora. Las sube feliz y cuando llega arriba se comienza a reír a carcajadas porque logró su objetivo, luego sin pensarlo mayormente, dobla a la izquierda hacia la pieza de Agus para buscar los juguetes que él tiene en ese lugar.
Su último problema fue al abrir la cómoda de Agus, ¡Que entretenido sacar la ropa doblada y tirarla lejos, lo más lejos posible! Sacaba y sacaba cosas: poleras, shorts, calcetines. Todo lo que pillaba. Pero entre medio se le cerró el cajón con su manito dentro. Rápidamente se puso a llorar mirando hacia arriba para que le sacara sus deditos ¡Estaban todos marcados con el canto del cajón!
A Agus le encanta jugar con ella. Cuando llega del jardín Nube de Papel pregunta ¿Emita no ´ta domida? ¿Se depetó Emita? Yo queco depetá Emita. ¡Yo queco juga con Emita mamá! Cuando se despierta su fiel compañera y cómplice de maldades, ella le propone un paseo a nuestro baño al gateo. Agus asiente la sigue en cuatro patas, y se van al mueble donde está el canasto con los pañales y toallitas de muda. La Emi, al llegar se afirma de la tabla y comienza a pararse, se mete en el canasto y comienza a sacar todos los pañales para afuera. Al sorprenderla: ¡Emilia Leonor! se pone nerviosa y salta en su lugar, dando pequeños gritos: a- a- a, como diciéndome: mamá, no me retes, porque me distraigo y me puedo caer. Otras veces, al pillarla se muere de la risa y hace la maldad con más entusiasmo.
Agus feliz del panorama, también empinado en el canasto, como gato montez, coopera con la Emita y termina de tirar los pañales al suelo.
Luego viene la segunda parte: siguen derecho al WC. A la Emita le gusta porque queda a su altura, gateando puede estirar su manito y afirmarse en la tapa. Ahí se apoya y logra levantarse. Lo peor es que como quiere investigar no sólo como es por fuera, le ha dado por ¡levantar la tapa y meter la mano!
Cuando corro tras ella, se llena de adrenalina y le pone turbo al gateo ¡Si que es veloz! ¡Es una verdadera Speedy! Ahí si que es feliz cuando logra llamar mi atención. Y para que decir la de Agus: para él su hermana es tan divertida que se ha convertido en su verdadera ídola y hace las mismas tonteras.
Ésta enana no se achica: Agus a veces se enoja con ella y le grita: ¡No Emita! ¡No haces eso! y la Emi le grita a la par y mas fuerte:¡AAA AAA AAAAAAAAAA!!!, como diciéndole que no se meta con ella. Mientras intenta decir su nombre mirándolo a los ojos, con un esbozo de Agu.
Además de esas palabras, también dice mama, papa, oa (hola).
Mi maavillosa, que todavía no tiene dientes, ni uno sólo asomado, cuando me ve a mi o a cualquiera comiendo galletas, quiere a toda costa conseguir una. Le debe servir para rascarse las encías. Hace todo tipo de contorsiones para obtenerla y las deja tan mojadas que se le desarman en la boca. Igual se atora la pobre, pero por eso lo hace con supervisión mía.
Cuando es el momento de la comida, si no tiene ganas de comer se tira el babero y se despega el belcro, acompañado de un ¡PFFFFFFFFFF! que deja todo del color de la sopa. Eso indica que no hay nada mas que hacer, que está bueno y que ya quiere el postre.
Si de baño se trata ¡Que le han dicho! En su tina chapotea y aplaude dando grandes espectáculos. Agus no se pierde la oportunidad para quedar bien mojado con toda el agua que salpica. En la piscina es una delfina. Bien mojada y ya media ahogada, llora cuando es hora de salir.
Bueno, en realidad podría estar mucho rato contando las gracias de la Emi, lo bueno es que con Agus se adoran, siempre que pueden comparten, a pesar de que lógicamente cada uno quiere lo suyo y mas de algún mechoneo o pellizcón ocurre entre ellos. Por mi parte, el amor hacia éstas criaturas me deja sin respirar, me llena de alegría y le doy gracias a Dios porque existen y por poderlas contemplar.
Ale